CARTA A UN CAMINANTE
Hace algunas primaveras, la tarde era tibia y radiante de paz, el sol se escondia de entre las ramas de los árboles que jalonaban el camino, dando una sensación de postal. Por el, iban tres caminantes, callados y pensativos ¡sabe Dios donde estarian sus pensamientos¡.
Andando sin prisa y sin intención de aterrizar a ningún sitio en particular, llegaron junto al pequeño caserío de Esteban Urteaga, de allí vieron salir a un hombre de color pardo. los tres caminantes silenciosos, concentraron su atención sobre el.
Era alto, seco. Unas viejas ropas militares cubríanle los huesos, descarado andamiaje de sus ayunos. Mientras el señor alto y seco se acercaba a los tres caminantes con pasos casi militares.
-Parece un Greco vivo...
-No llega a una arroba de carne....
El hombre se puso delante del que iba en medio de los tres amigos. Y sin decir palabra tendió la mano.
Es un pobre se lamentó uno de los tres.
-¡No,señor...cuando hallo que hacer,trabajo. Solo pido cuando estoy "que me voy".
-Caminante...
La mano; una mano infinita, trasparente y tostada,de largos dedos, como de pianista, seguia tendida. El pulso parecía firme.
-¿Caminante?....¿Y a donde va si no le importa decirlo?
-
Ya lo he dicho antes.
Uno de los tres paseantes,de pronto, echò mano, nerviosa, urgente, al bolsillo y arrugado y todo, pero muy visible puso en la mano del caminante, a veces pobre, un billete de 50 euros también ocre de color, tambien marrón triste,como la tierra...
Hubo un silencio.
La mirada del caminante ,entonces pobre,fue de la rica pelota de papel monetario a los ojos del donante.
-Gracias, señor¡ -dijo al fin- ...¡¡Por el mundo vamos!!
Volvió el silencio.
-¿Porqué me dice usted eso?.