domingo, 30 de octubre de 2011

CUENTOS Y LEYENDAS GRANADINAS

EL SEÑOR DE CASTRIL, O ESPERÁNDOLA  EL CIELO.
Pasados bastantes años de la conquista de Granada por los Reyes Católicos, un descendiente  de Hernando de Zafra, secretario de Isabel y Fernando, y con el mismo nombre que su ascendiente, habitaba con su hija, la casa noble de la familia, situada en la parte alta de la Carrera del Darro, frente a la iglesia de San Pedro y San Pablo su construcción que data del año 1501 y ocupa el ángulo natural que forma el cauce del río y como fondo tiene el tajo de la Alambra cuya silueta se alza sobre el El aspecto exterior  y aislamiento que  tenía el palacio,  con solo mirarlo, manifestaba el carácter que disfrutaba el señor feudal que lo habitaba, así como la elevada alcurnia de sus moradores.
Elvira, hija de Don Hernando de Zafra, tenía una hermosura capaz de igualarla con la belleza de los ángeles del cielo. Contaba la niña con apenas dieciocho años  y había pasado los primeros años de su vida, privada de los dulces mimos y caricias de la madre y siendo atendida por una dueña gruñona, que si que la quería porque ella fue la que la crió, pero no supo despertar en ella ese amor que solo las madres pueden dar. Triste
 paseaba por los jardines de la casa, cansada sentose en la orilla de un arrollo, se puso a jugar con el agua, e introdujo los pies en el líquido elemento y como una niña pequeña, sin sentir que era observada por un mancebo y creyéndose sola fue quitándose la ropa poco a poco quedando con una camisa transparente. El joven quedo prendado de ella desde el mismo momento  en que la vio. Las visitas al arrollo proliferaron y surgió el romance dejando como secuela la concepción de un hijo. El padre Alonso capellán de aquella noble casa, estaba al tanto de los sucesos que allí ocurrían, protegía los amores de D Alfonso Quintanillo y  de la ilustre hija del poderoso Señor de Castril.
Un pajecillo, muy joven aún, era el confidente o depositario de los amores que Doña Elvira y D Alfonso. Una noche en que descuidada la doncella, jugaba en su habitación
con los sedosos bucles del rubio cabello de su inocente pajecillo, y en que recordando su dicha, leía una carta en la que su enamorado galán  le ofrecía salir pronto de Granada, y casados por el capellán marchar a Málaga, donde pudiesen sustraerse de las iras de su padre, este, que por un extraño presentimiento no había salido de casa, quiso ver a su hija y sin avisarla se presentó en la habitación y la sorprendió  en actitud descuidada cera de su predilecto pajecillo.
Las nubes de la  infamia le cegaron.  Se creyó deshonrado por el más ruin de los vasallos, salió de la estancia vino con el verdugo y cogiendo al paje, lo mandó ahorcar. El joven Luís pedía clemencia pero D Hernando nada oyó ante la ofuscación del momento, Solo respondió estas fatídicas palabras: “Pide cuanta justicia quieras; ahí ahorcado, puedes estar esperando la del cielo, todo el tiempo que te plazca”. Mandó tapiar el balcón como aun hoy se advierte.
Elvira pudo ser feliz y a este palacio se le llamó la Casa del letrero, por el carácter del Señor de Castril, y las tremendas justicias de los magnates de aquella época


Que sea cierta o no la leyenda de la casa existe, en el lugar que se especifica y el palacio está ubicado frente a la Iglesia de San Pedro(y sea dicho de paso fui confirmada en esa iglesia, la de S Pedro) y el balcón  tapiado ¿coincidencias?, ¿realidad?...


Basada en la obra del Padre Villareal













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