viernes, 6 de noviembre de 2009

FÁBULA DE FELIPE IV Y LOS ALUMBRADOS

FÁBULA DEL REY FELIPE IV Y LOS ALUMBRADOS

En el siglo XVI reinaba en España y Portugal Felipe IV, hijo de Felipe III y de Margarita de Austria, Más inteligente que su padre, pero más dado a los espectáculos y a los placeres, se despreocupó de sus funciones como gobernante, sin ser consciente del estado tan lamentable en el que estaba sumergida España.

Su apatía le lleva a dejar el poder en manos del Conde Duque de Olivares, hombre de carácter agrio y amante de los deleites que inculcó al Rey desde pequeño, cuando tenía el infante diez años se le confió su educación.

Al subir al trono Felipe IV mostró gran interés por los asuntos de estado, pero por desgracia le duró poco, prefiriendo la caza y las demás diversiones, muy especialmente los devaneos amorosos.


A principios del S XVI invadieron España gran cantidad de sectas religiosas, derivadas de los gnósticos y masonería, expulsadas de otros países. Se aposentaron en Madrid por ser la capital del Imperio más grande del mundo. De las sectas que llegaron a España destacan los “alumbrados” (iluminados en otros países) con unas ideas religiosas y políticas muy peregrinas, creando serios problemas religiosos y morales, por lo que fueron perseguidos por la Inquisición. No formaron una secta exactamente, más bien fueron los representantes de una escuela de carácter místico

La doctrina de los alumbrados se basaba “en recibir directamente de Dios una luz especial que los hacía actos para la revelación y la perfección”.En España, los alumbrados afirmaban: que si el alma del alumbrado está abismada y abstraída “el pecado cometido no es pecado ni aun venial” este punto los lleva a una orgia desenfrenada, de tal forma que a medida que aumentaba el error religioso, se acrecentaba el deseo carnal.


En el convento llamado San Plácido, fundado por doña Teresa Valle de la Cerda y su prometido Jerónimo de Villanueva, no se hizo famoso por visitas reales ni huéspedes o abadesas de sangre regia, ni tesoros, sin embargo ha sido uno de los más conocidos del Madrid antiguo, su nombre va unido a las más extrañas aventuras de brujería y liviandad, que incluso llegó a salpicar a Felipe IV.
Sea verdad o fábula, el Rey Felipe IV se ve involucrado en una aventura amorosa con la monja Sor Margarita de la Cruz, perteneciente al convento de San Plácido y conocida del Conde Duque de Olivares y del protonotario Villanueva.

Un día hablando el Rey con ambos de la pobreza del país, la guerra de Flandes, los problemas con el exterior… al observar el Duque el bajo estado de ánimo del Rey y conociendo sus debilidades, orientó la conversación hacia ellas, al mundo femenino, pero no por una mujer cualquiera, sino por la monja más bella jamás conocida, tanto ímpetu imprimió en la alabanza de Sor Margarita de la Cruz, que el Rey está inquieto e insomne pensando en ella, no descasará hasta conocerla.


Acuerdan ir al locutorio del convento disfrazados y ya en la estancia divisa el Rey a Sor Margarita; en efecto es hermosísima, a duras penas puede disimula su repentino amor. Desde entonces no piensa en otra cosa más que lograr a la monja.

Decidido hacerla suya, recurre al método más efectivo: el soborno de los guardianes y sin “quererlo” cae también la Priora, aunque al principio se oponía rotundamente.

Villanueva que vive pared por medio con San Plácido, hace perforar el muro. Llegada la media noche, entra el Rey temblando de amor y por el


sacrílego paso que va a dar. Atraviesan embozado el patio que les lleva a la clausura y a la celda de Sor Margarita. Delante va Villanueva alumbrando el camino. Llegan ante la puerta, nadie los ha visto. Abren la puerta de la celda y la sorpresa es horrible, en el centro de la estancia se halla Sor Margarita en un ataúd, blanca como la cera y un crucifijo entre las manos y rodeada por cuatro cirios. Ante tal espectáculo y llenos de terror huyen a la calle.

Entre tanto la falsa muerta sale del ataúd, confortada por la Priora que velaba en la celda próxima .

Al enterarse el Rey de la farsa de la Priora, sintió renovada su ansia de poseer a la monja. Ante la presión que ejerció el Duque de Olivares a la Priora, esta tuvo que ceder. Sor Margarita convencida por la madre y los argumentos de los alumbrados, recibió al Rey galán, no en un ataúd sino en un lecho magnífico, cubierta la monja con un manto blanco y celeste.

4 comentarios:

  1. Querida Proserpina:

    Increíble la historia, fantástica narración, has creado un punto de suspense en el posible logro de la consumación amorosa extraordinario.
    Me encanta conocer estas curiosidades sobre la vida de los personajes históricos. Ay qué ver qué inclinaciones tenía este rey.

    Los alumbrados siempre me han suscitado un grandísimo interés pues algunos de sus nombres estuvieron también muy ligados a la literatura, y en ocasiones hacen guiños en sus textos.

    Preciosa entrada. Un besazo.

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  2. Querida Elena, tu mejor que yo sabes como quedó España en el reinado de Felipe IV, pero parece contradictorio que coincidiendo con esta decadencia y relajación de las costumbres,las letras y las artes llegaran a su máximo esplendor: Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Góngora...Velazquez, Murillo,Alonso Cano, Zurbarán...

    Como consecuencia los iluminados despresigiaron a los místicos.

    Un abrazo y feliz fin de semana. Proserpina

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  3. Querida Proserpina:
    Creo que los alumbrados veían la luz a duras penas. El error les venía muy bien para sus dislates.
    Y si la historia es cierta, me hubiera gustado que la priora no hubiera cedido y que le hubiese mandado al rey a ¡ hacer gárgaras! .
    Un beso.

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  4. querida Carmen no puedo corregir los errores que cometa,mal el ordenador.Un abrazo Proserpina

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